El toro

La tapa del cementerio estaba en calma. Había andado por una larga carretera desde la que divisaba la sierra y el mar. La carretera se estrechó, empezando a caer en un gran remolino hasta un final que no se veía. Corría por las calles, eran de piedra, había llovido. Entonces, al doblar la esquina, frente a mí lo vi. Un gran toro musculoso quieto me amenazaba con su mirada. Salió bufando hacia mí, entonces desperté.

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