Serpientes

Estoy en un bosque, los árboles no son muy altos, sin embargo la vegetación es muy espesa y verde. De pronto, todo se cubre de arañas. Arañas negras y grandes. Huyo, corro, y me paro jadeando junto a un árbol. Me fijo en su rama y la rama no es tal. Es una serpiente grande, amarilla, con manchas blancas; me ve y empieza a correr hacia mí. Me sorprende su velocidad, sé que me va a alcanzar. Grito y me despierto. Vuelvo a dormir, estoy en una casa cercana a un cementerio. En ella, una abuela vende helados y se lo da a su nieta. La habitación donde están helados no tiene ventanas ni puertas. Me despierto.

Hospital

Estaba en el campo con mi hermana; aunque vivíamos en el mismo lugar que cuando pequeños, teníamos las comodidades de ahora. Mi hermana quería ir al hospital a ver a una tía enferma, pero yo discutía con ella porque cuando ella (por mi hermana, incongruencia de los sueños), no fueron a su entierro.
Llegué al hospital, no había aparcamiento como siempre. Mientras buscaba alguno una mujer con cara de loca se me cruzó en el camino y se quedó en medio de la calle, quieta, mirándome fijo. Era rubia, de ojos azules y unos 50 años. No la conocía. Intente esquivarla pero se agarró al coche, me dijo algo que no entendía como si fuera en otro idioma, pero era agresiva. Intenté llamar a la policía, pero los únicos números que me aparecían en el móvil eran de las urgencias sanitarias. La mujer me atacó y me desperté.

Colegio

Me habían invitado a volver a visitar mi colegio de la infancia. Estaba por fuera igual, pero por dentro, todo cambiado. Reconocí el sitio donde el portero Luis vendía las chucherías. El largo pasillo a la dirección, y el salón de actos, junto a la cocina, que era comedor y sala de cine a la vez. Me emocioné recordando aquellas primeras películas de la infancia. Sonó el móvil. Alguien que no recuerdo me dijo que se había enterado que yo había muerto. Le dije que no, que era imposible, que yo estaba vivo. Pero siguieron más llamadas, llegaron amigos, gentes desconocidas y me daban el pésame por mi muerte. Desperté.

El toro

La tapa del cementerio estaba en calma. Había andado por una larga carretera desde la que divisaba la sierra y el mar. La carretera se estrechó, empezando a caer en un gran remolino hasta un final que no se veía. Corría por las calles, eran de piedra, había llovido. Entonces, al doblar la esquina, frente a mí lo vi. Un gran toro musculoso quieto me amenazaba con su mirada. Salió bufando hacia mí, entonces desperté.

Entrada primera

Primera Entrada.